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4.9.19

Verano 2019


De alguna forma ha sido un verano con muchos altibajos. Por una parte estoy trabajando un montón en el libro, tanto que a veces siento que estoy dejando pedacitos de mi alma pequeña y a veces oscura, en forma de poemitas, conjuros y dibujos de pájaros muertos. Espero estar a la altura de mis propias expectativas, esas que son mi peor enemigo y que suelen arruinarme todas las cosas bonitas.

Por otra parte cada vez me siento más a gusto en mi estudio. Es una sensación que echaba muchísimo de menos y que hacía meses que no sentía. Ha sido como volver a casa, de alguna forma.


Además somos uno más en la familia. Desde que perdí a Brisa (mi Brisa querida), el noviembre pasado, me hundí muchísimo, aun hoy me duele si la recuerdo, lo suave que era, su olor, su manera de mirarme... pero antes del verano alguien puso algo en twitter, una cajita de gatitos en vlc, y bueno, el resto es historia. La he llamado Diana. Quería llamarla Artemisa, porque es mi diosa favorita del Olimpo, La diosa cazadora, hermana de Apolo, su símbolo era la Luna, un oso, un ciervo, un arco y sus flechas... y mi Artemisa (Diana para los romanos) no podía ser más cazadora. Es dulce y preciosa con todo el mundo y le gusta dormir encima de ti. También si eres gato : )


Un día fuimos al Botánico de Valencia. Me recordó muchísimo a cuando hace unos veranos, fuimos al de Madrid, también en verano, porque yo soy muy cabezota y Alberto muy paciente, y nos llevó hasta allí porque yo había insistido mucho, todos sudando, chopados de la humedad que hacía en el invernadero, gigante, con escaleras de hierro pintadas de blanco, y yo haciendo fotos de absolutamente todo. Luego le tuvimos que invitar a granizaditos de limón. Valió la pena.


Sin embargo he podido, este verano pasar unos días en la playa. No me pongo morena, para qué engañarnos, adquiero un color dorado, donde se me ponen rubias las puntas de las pestañas, el flequillo y desaparecen las ojeras. No es mal trato, lo admito. Pudimos cenar en Altea, en Moraira, flotar en la piscina, cenar en el balcón, jugar a las cartas, recordar anécdotas de hace 20 años (ya) y aunque está muy cambiado a cuando salíamos al paseo, dormir escuchando el mar es de las cosas más maravillosas que hay.

También he hecho una lista de reproducción de YT, ha sido la banda sonora de estos meses. Parte de el libro está salpicado de versos de estas canciones, a veces es difícil aceptar que no se puede sacar de la cabeza lo que no se puede sacar del corazón, como diría Benedetti.

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